Así pues, con el descubrimiento de nuevas plantas en otras latitudes,
llegaron nuevas especies a Europa. Como en el caso de la tulipa o tulipán, su
nombre común. Unos cuantos bulbos de dicha planta, fueron traídos desde
Turquía, uno de sus lugares de origen, siendo, al parecer, el azar el que
llegaran a los Países Bajos, a manos de la burguesía holandesa del siglo XVII,
llegándose a pagar sumas astronómicas solo por algunos bulbos, convirtiendo a
Holanda, con el tiempo, en el más afamado productor de bulbos.
Otro importante ejemplo es el de las orquídeas, un siglo después,
aunque en principio menos popular, pero el gran atractivo y la variedad de tan
exóticas flores, hizo que se hicieran incontables expediciones donde se
encontraban, nada menos que en cuatro grandes zonas en el mundo. En Europa, el
interés por ellas, una vez conocida, fue una verdadera locura entre las clases
acomodadas, donde las variedades más “raras” alcanzaban grandes precios. Tal
era la demanda que, muchas especies, estuvieran en las selvas americanas en
verdadero peligro de extinción. No obstante, aquella orquideomania se acabaría
con la primera guerra mundial y la depresión del 29, por culpa de la carestía
energética y no poder mantener el calor que necesitaban las plantas en los
invernaderos y en los orquidearios privados.
Ya en nuestro siglo, el trasiego de plantas de un país a
otro está a la orden del día, gracias a los medios y la agilización de los
transportes, lejos ya de aquellos heroicos tiempos, donde valientes
expedicionarios y marineros, embarcados en navíos de vela, pasaban meses,
incluso años, en volver a casa, expuestos a toda clase de enfermedades, como el
escorbuto.
Pero todavía, en el mundo de la botánica, hay especies por
descubrir, otra cosa es que, además de su interés botánico para los estudiosos,
valgan para comerciar, ya que, desgraciadamente, casi todo se mueve por motivos
puramente económicos. Un importante papel juega la hibridación, donde en los
laboratorios de genética se obtienen nuevas y más bellas variedades de flores,
así como de frutos o semillas mejoradas.
Un ejemplo de descubrimientos de nuevas especies es el de la
Metasequoia gliptrostoboides, una
conífera descubierta en China en 1946.
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