"Si quieres ser feliz solo un día, emborráchate; si quieres ser feliz un mes, cásate; si quieres ser feliz un año, mata a tu cerdo; si quieres ser feliz toda la vida, hazte jardinero". Proverbio chino.

viernes, 9 de enero de 2015

2ª parte de Historia de la Moda. Breve paseo sobre los accesorios. El encaje. Presencia de la flor y motivos vegetales.

Introducción

“Abanicos, encajes, guantes, bastones, joyas, tal vez lo más primoroso y delicado que ha inventado el ingenio de los hombres; a veces verdaderas obras de arte, de un arte amable y poco transcendental que no tiene otro objeto que embellecer y alegrar la vida. Todo el espíritu de una época, acaso lo más delicado, lo más difícil de captar en ella, se encierra en estas frágiles maravillas, destinadas a tener un reinado efímero y, arrumbadas por un cambio del gusto, a parecer tan risibles como poco antes habían parecido amables, pero cuando por azar aciertan a conservarse, nos cuentan con voz muy clara los más íntimos secretos de los muertos”. Marqués de Lozoya. (Fragmento) Estudio preliminar sobre el libro “Accesorios de la moda” de Max von Boehn. Salvat Editores, S. A. 1944.
Nota. La mayoría de las presentes fotografias corresponden a dicha obra mencionada atrás. Estas, han sido adaptadas al tema que nos ocupa. Mi agradecimiento a Silvia, propietaria de tan magnífica edición, sin ello, no hubiera sido posible deleitarles a Vdes. con imágenes de tan primorosa obra.
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El vestir con pieles fue una necesidad básica para el ser humano, en principio al perder el pelo, su protección natural contra las inclemencias del tiempo, aunque luego vendrían otros condicionantes, como adorno, seducción y pudor, según Flügel, y después lo haría James Laver. Así, primero las pieles, luego la lana, lino, algodón, hasta llegar a la seda, llegando a ser algo ya estético y artístico, según se fueron marcando los cánones de la moda, incluso la forma de vestir reflejaría una determinada posición social. Así pues, la vestimenta y sus accesorios, se convertían también en un lenguaje corporal, junto a otros gestos como el modo de caminar, incluso de danzar.  No obstante, todo supeditado al contexto de las distintas civilizaciones y factores como el clima y la situación geográfica. Así pues, también la creación de los accesorios fue también una necesidad para complementar la moda en el vestir, o crear adminículos con las necesidades de los tiempos.
El principal propósito de esta entrada, es volver a los accesorios de un tiempo pasado, pero haciendo un poco hincapié en los motivos vegetales, principal tema de este blog, en que jóvenes y no tan jóvenes nunca conocimos en toda su plenitud creativa, en las que los medios tecnológicos eran solo prácticamente las manos y mucho amor. 
El encaje

Baile en la Corte de Enrique III. Donde pueden verse distintos tipos de golillas y vestimentas, a tenor de la época. Autor anónimo. Louvre. C. Commons.

El encaje es definido como un tejido ornamental, que lo es, pero he creído conveniente incluirlo como accesorio, como lo hace el escritor e historiador Max von Boehn, en su famosa obra La Moda: Historia del traje en Europa, desde los orígenes del cristianismo hasta nuestros días.  Se llama encaje por encajar, en sus principios, una pieza con otra, denominándose también randa, del alemán rand, borde u orilla. La autoría de su invención es muy disputada, aunque se cree que fue un invento alemán, por haberse hallado, precisamente en Alemania, los primeros figurines de moda, editados en 1525, no obstante, antes, hacia 1500, aparecieron en los Países Bajos artículos de lino calados, sospechando que fuera aquí donde naciera el encaje, propiamente dicho, al mismo tiempo que en Italia, ya que hay indicios de que fueran unos mercaderes venecianos los que importaran la técnica del encaje a Suiza. No obstante, sus precedentes son muy remotos, hallándose en sarcófagos egipcios telas de lino caladas, mediante la supresión de hilos, encontrándose también semejanzas en otras latitudes.
Imágenes, arriba, de izda a dcha. (1) Encaje de bolillos. Volante de un alba. Comienzo siglo XVIII. Bruselas. (2) Encaje a la aguja, siglo XIX. (3) Delantal de encaje veneciano, siglo XVI. (4) Bordado italiano con calados y encajes de aguja. Siglo XVI. (5) Puntillas y cuello. Escuela italiana. Siglo XVI. (6) Encaje inglés a la aguja. Siglo XVII. 
En el siglo XV ya se ven dobladillos y calados, pero ya fueron conocidos por asirios y babilonios y más tarde los griegos, pero el nombre de puntilla, con que se llama a estos adornos hay que buscarlos en otros orígenes. Puntilla que estará emparentada con el encaje de bolillos, distinguiéndose, la segunda, por tener mayor aplicación en el trenzado. Dicha evolución de su técnica hacia el encaje de bolillos, bien culminará a la pasamanería o al calado a la aguja, técnica que queda tan parecida a un encaje que se puede confundir con el, y los que somos profanos en la materia sin ninguna duda caemos en ese error.
Imágenes, arriba, de izda. a dcha. (7) Cuello de encaje de bolillos de Flandes. Siglo XVII. (8) Cuello de encaja de bolillos. Siglo XVII. Posiblemente español. (9) Cuello de encaje de Venecia. Siglo XVII. (10) Encaje francés 1665-1720. (11) Encaje de Venecia. Cuello. Segunda mitad siglo XVII. (12) Encaje de bolillos de Valenciennes. Mitad siglo XVIII. 
Según Boehn
“Los primeros encajes notables fueron los de bolillos, a menudo, al principio, en dos o tres colores, pero después, al generalizarse esta clase de labores,  fue imponiéndose y acabó prevaleciendo un solo color.” Al ser de un solo color, tenía sus ventajas sobre  los de color o dorados, que podía ser lavable. De forma paralela, el trabajo del encaje de aguja  también se va desarrollando, alcanzando su máximo refinamiento en Italia, concretamente en Venecia. No es difícil adivinar el porqué del auge de la labor del encaje de bolillos: no era una técnica complicada, los resultados eran sorprendentes y las señoras ocupaban su ocio de manera más satisfactoria.
Imágenes, abajo de izda. a dcha. (13) Encaje de bolillos de Malinas. Comienzos sigloXVIII. (14) Encaje de Alençon. Primera mitad siglo XVIII. (15) Encaje de vestido de bolillos de seda negra. Época napoleónica. Viena. (16) Arriba. Mantilla de encaje de Bruselas. Exposición Universal de París 1867.
Si para las señoras de cierta alcurnia, era una grata labor, no digamos para las de clase humilde, originando nuevos ingresos a la familia. Tanto fue así
,  “que, Felipe II, en 1590, creyó conveniente prohibir la labor de bolillos, para evitar que la gente del pueblo continuara negándose a ofrecerse como domésticos”. No obstante, desarrollo y demanda del encaje fueron siempre a la par, añadiendo aplicaciones como franjas y ribetes a dichas labores, hasta llegar a la combinación del encaje de bolillos y la labor con la aguja, lo que se llama point lacé. Y tal demanda, que las mozas veían una salida a estar ocupadas en una labor grata y remunerada, así como las monjas en los conventos, ora et labora,  que ya no fabricarían solo dulces, si no verdaderas obras de arte de encaje de bolillos, siendo tan famosos como los primeros, a la vez que muy solicitados. En los motivos, o en los dibujos, predominó las geometría , intercalado con figuras humanas, animales y plantas, estas últimas estilizadas. El dibujo en zigzag, lo promovió, por su forma, el uso de golas, cuellos y puños. Las flores y otras formas, como las empleadas en la cerámica, la usarían solo en los Países Bajos que, por otra parte, eran unos encajes difíciles de igualar, pues fabricaban el hilo más fino, de más bello colorido e imposible de superar.


La moda en el siglo XVI

Imágenes. Arriba, izda. Clouet. María Estuardo. Cuello y toca. Arriba dcha.Veronés. Retrato de la mujer del artista. Cuello y bocamangas. Abajo, izda. Anónimo. Enrique III de Francia. Pañuelo. Abajo, izda. Sánchez Coello. Margarita de Parma. Golilla y puños. Ermitage.

Imágenes, arriba. Pantoja de la Cruz. Infanta María. Delantal de niño, vista parcial. Abajo izda. Grabado de Müller, tomado de Rubens. Infanta Isabel Clara Eugenia, hija de Felipe II. Golilla y puños. Abajo dcha. Wierx. Aguafuerte. Leonor de Borbón. Cuello.

La moda en el siglo XVII




Imágenes. Arriba. Hals. Nodriza con niño. Cofia, golilla, bocamanga etc. Museo de Berlín. Abajo, izqda. Rubens y su mujer Isabel Brasit. Cuello, golilla y manopla. Abajo, dcha. Candid. Condesa palatina. Magdalena de Neuburgo. Golilla y puños.

Imágenes. Arriba, dcha. Pourbus. María de Médicis, Vda de Enrique IV. Pañuelo. Arriba, dcha. Delff. Gustavo Adolfo, rey de Suecia. Cuello. Abajo, izda. Bosse. Tienda de modas. Galeria del Palacio de Justicia. París. Abajo, dcha. A. Masson, tomado de Le Brun. Luis XIV. Corbata. 

La moda en el siglo XVIII

Imágenes. Izda. Bonnart. Señora con delantal. Centro. Watson. Señora joven con mantilla de encaje. Dcha. F. Cotes. Grabado de Watson. Lady María Boynton. 1770. Mangas engageantes.

La moda en el siglo XIX (1818-1842)

Imágenes. Arriba. Figurín de The Repository, 1820. Berlín. Volantes. Abajo. Winterhalter. La duquesa de Aumale. Volantes.

La moda en el siglo XIX (1843-1878)

Imágenes. De arriba abajo. Winterhalter. La duquesa de Montpensier. Mantilla española y abanico. Menzel. Retrato de Clara Schmidt de knobelsdorf, 1849. Mantilla. Galeria Nacional de Berlín. "Les modes parisiennes" 1854. Volantes. Abajo. Fotografías, 1861. Volantes.

Como bien dice Boehn, el encaje no hubiera llegado a tanta demanda e importancia, si solo se hubiera limitado a ser de uso con la ropa interior. El invento de la golilla, en el Renacimiento, fue el espaldarazo del encaje. Moda que nació en Italia, al parecer en la Corte de los Medicis.  La golilla, sujeta al cuello, estaba compuesta por un cartón de tela almidonada, sostenida por un alambre, semejante a un plato, y sobre ella se colocaba la Valona, de origen flamenco,  generalmente de encaje, que sin la golilla caía sobre los hombros. En España, su uso no fue muy aceptado al principio, pero Felipe IV, obliga por real pragmática, a usarla, pero colocada sobre la golilla. No obstante, estudiantes y letrados la llevaban de una manera sencilla, sin golilla y sin encajes. El vulgo los llamará “los golillas”, como antes llamarían “lechuguillas”, a los que llevaban esta prenda, en forma de lechuga o escarola, cuello que iba colocado en los escotes de camisas y gorgueras, aunque acabaría siendo también independiente, como la gorguera, gracias al uso del almidón y a los alambres forrados.  Sin embargo, de una forma u otra, el encaje estaría presente en todos estos complementos o accesorios.
En el transcurso del siglo XVII-XVIII, siglos llamados la edad de oro del encaje, este, no solo logró prevalecer a pesar de los cambios de la moda, salvo alguna exclusión de la indumentaria masculina en tiempos de la Revolución, si no que las golas adquirirían grandes dimensiones y por ende la valona, normalmente todo rematado por puntillas. Y como el cuello de lechuguilla, la gola se sustituiría por cuellos de encaje muy anchos, tanto en hombres como en mujeres. Pero la moda del encaje, no solo se limitó a los cuellos o la ropa interior, si no también a aplicaciones de puños, cofias, vestidos de niños, delantales, mantelerías y juegos de cama, así como escarapelas de encaje en los zapatos de los caballeros y ornadas con puntilla las ligas que llevaban alrededor de las rodillas. En España, la moda será más austera, menos llamativa que en otros países, buscando lo práctico y con calidad en los tejidos. Con tendencia a estilizar la figura, ya que se quitaba “lastre” a la moda de ensanchar los hombros, lo cual redundaba en la elegancia junto a los tonos oscuros, principalmente el negro, en el elemento masculino, y oscuros, pero de color, en el elemento femenino. El resultado de todo ello, el estilo español será muy apreciado y tenido en cuenta.

Epílogo
Como hemos visto, de manera muy sucinta, el encaje fue muy importante en todos los órdenes, hasta el punto de sopesar en las economías de los países. El encaje, terminaría prácticamente como verdaderamente empezó, al uso y adorno de las prendas más íntimas, pero como dice también Boehn, al final de su historia sobre el encaje “la moda es caprichosa y tal vez vuelva a acordarse de ellos”.  Porque la moda siempre vuelve, aunque adaptada a los nuevos tiempos.
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