Introducción
“Abanicos, encajes, guantes,
bastones, joyas, tal vez lo más primoroso y delicado que ha inventado el
ingenio de los hombres; a veces verdaderas obras de arte, de un arte amable y
poco transcendental que no tiene otro objeto que embellecer y alegrar la vida.
Todo el espíritu de una época, acaso lo más delicado, lo más difícil de captar
en ella, se encierra en estas frágiles maravillas, destinadas a tener un
reinado efímero y, arrumbadas por un cambio del gusto, a parecer tan risibles
como poco antes habían parecido amables, pero cuando por azar aciertan a
conservarse, nos cuentan con voz muy clara los más íntimos secretos de los
muertos”. Marqués de Lozoya. (Fragmento) Estudio preliminar sobre el libro
“Accesorios de la moda” de Max von Boehn. Salvat Editores, S. A. 1944.
Nota. La mayoría de las presentes fotografias corresponden a dicha obra mencionada atrás. Estas, han sido adaptadas al tema que nos ocupa. Mi agradecimiento a Silvia, propietaria de tan magnífica edición, sin ello, no hubiera sido posible deleitarles a Vdes. con imágenes de tan primorosa obra.
Nota. La mayoría de las presentes fotografias corresponden a dicha obra mencionada atrás. Estas, han sido adaptadas al tema que nos ocupa. Mi agradecimiento a Silvia, propietaria de tan magnífica edición, sin ello, no hubiera sido posible deleitarles a Vdes. con imágenes de tan primorosa obra.
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El vestir con pieles fue una
necesidad básica para el ser humano, en principio al perder el pelo, su
protección natural contra las inclemencias del tiempo, aunque luego vendrían
otros condicionantes, como adorno, seducción y pudor, según Flügel, y después lo
haría James Laver. Así, primero las pieles, luego la lana, lino, algodón, hasta
llegar a la seda, llegando a ser algo ya estético y artístico, según se fueron marcando los
cánones de la moda, incluso la forma de vestir reflejaría una determinada posición
social. Así pues, la vestimenta y sus accesorios, se convertían también en un lenguaje corporal, junto a otros gestos como el modo de caminar, incluso de danzar. No obstante, todo supeditado al contexto de las distintas
civilizaciones y factores como el clima y la situación geográfica. Así pues,
también la creación de los accesorios fue también una necesidad para
complementar la moda en el vestir, o crear adminículos con las necesidades de
los tiempos.
El principal propósito de esta
entrada, es volver a los accesorios de un tiempo pasado, pero haciendo un poco hincapié
en los motivos vegetales, principal tema de este blog, en que jóvenes y no tan jóvenes nunca conocimos en
toda su plenitud creativa, en las que los medios tecnológicos eran solo
prácticamente las manos y mucho amor.
El encaje
Baile en la Corte de Enrique III. Donde pueden verse distintos tipos de golillas y vestimentas, a tenor de la época. Autor anónimo. Louvre. C. Commons. |
El encaje es definido como un
tejido ornamental, que lo es, pero he creído conveniente incluirlo como
accesorio, como lo hace el escritor e historiador Max von Boehn, en su famosa
obra La Moda: Historia del traje en
Europa, desde los orígenes del cristianismo hasta nuestros días. Se llama encaje por encajar, en sus
principios, una pieza con otra, denominándose también randa, del alemán rand, borde
u orilla. La autoría de su invención es muy disputada, aunque se cree que fue
un invento alemán, por haberse hallado, precisamente en Alemania, los primeros
figurines de moda, editados en 1525, no obstante, antes, hacia 1500, aparecieron en los Países Bajos
artículos de lino calados, sospechando que fuera aquí donde naciera el encaje,
propiamente dicho, al mismo tiempo que en Italia, ya que hay indicios de que
fueran unos mercaderes venecianos los que importaran la técnica del encaje a
Suiza. No obstante, sus precedentes son muy remotos, hallándose en sarcófagos egipcios
telas de lino caladas, mediante la supresión de hilos, encontrándose también
semejanzas en otras latitudes.“Los primeros encajes notables fueron los de bolillos, a menudo, al
principio, en dos o tres colores, pero después, al generalizarse esta clase de
labores, fue imponiéndose y acabó
prevaleciendo un solo color.” Al ser de un solo color, tenía sus ventajas
sobre los de color o dorados, que podía
ser lavable. De forma paralela, el trabajo del encaje de aguja también se va desarrollando, alcanzando su
máximo refinamiento en Italia, concretamente en Venecia. No es difícil adivinar
el porqué del auge de la labor del encaje de bolillos: no era una técnica
complicada, los resultados eran sorprendentes y las señoras ocupaban su ocio de
manera más satisfactoria., “que, Felipe II, en 1590, creyó conveniente
prohibir la labor de bolillos, para evitar que la gente del pueblo continuara
negándose a ofrecerse como domésticos”. No obstante, desarrollo y demanda
del encaje fueron siempre a la par, añadiendo aplicaciones como franjas y
ribetes a dichas labores, hasta llegar a la combinación del encaje de bolillos
y la labor con la aguja, lo que se llama point
lacé. Y tal demanda, que las mozas veían una salida a estar ocupadas en una
labor grata y remunerada, así como las monjas en los conventos, ora et labora, que ya no fabricarían solo dulces, si no
verdaderas obras de arte de encaje de bolillos, siendo tan famosos como los
primeros, a la vez que muy solicitados. En los motivos, o en los dibujos,
predominó las geometría , intercalado con figuras humanas, animales y plantas,
estas últimas estilizadas. El dibujo en zigzag, lo promovió, por su forma, el
uso de golas, cuellos y puños. Las flores y otras formas, como las empleadas en
la cerámica, la usarían solo en los Países Bajos que, por otra parte, eran unos
encajes difíciles de igualar, pues fabricaban el hilo más fino, de más bello
colorido e imposible de superar.
La moda en el siglo XVI
La moda en el siglo XVII
Imágenes. Arriba. Hals. Nodriza con niño. Cofia, golilla, bocamanga etc. Museo de Berlín. Abajo, izqda. Rubens y su mujer Isabel Brasit. Cuello, golilla y manopla. Abajo, dcha. Candid. Condesa palatina. Magdalena de Neuburgo. Golilla y puños.
Imágenes. Arriba, dcha. Pourbus. María de Médicis, Vda de Enrique IV. Pañuelo. Arriba, dcha. Delff. Gustavo Adolfo, rey de Suecia. Cuello. Abajo, izda. Bosse. Tienda de modas. Galeria del Palacio de Justicia. París. Abajo, dcha. A. Masson, tomado de Le Brun. Luis XIV. Corbata.
La moda en el siglo XVIII
Imágenes. Izda. Bonnart. Señora con delantal. Centro. Watson. Señora joven con mantilla de encaje. Dcha. F. Cotes. Grabado de Watson. Lady María Boynton. 1770. Mangas engageantes.
La moda en el siglo XIX (1818-1842)
Imágenes. Arriba. Figurín de The Repository, 1820. Berlín. Volantes. Abajo. Winterhalter. La duquesa de Aumale. Volantes.
La moda en el siglo XIX (1843-1878)
Imágenes. De arriba abajo. Winterhalter. La duquesa de Montpensier. Mantilla española y abanico. Menzel. Retrato de Clara Schmidt de knobelsdorf, 1849. Mantilla. Galeria Nacional de Berlín. "Les modes parisiennes" 1854. Volantes. Abajo. Fotografías, 1861. Volantes.
Como bien dice Boehn, el encaje
no hubiera llegado a tanta demanda e importancia, si solo se hubiera limitado a
ser de uso con la ropa interior. El invento de la golilla, en el Renacimiento,
fue el espaldarazo del encaje. Moda que nació en Italia, al parecer en la Corte
de los Medicis. La golilla, sujeta al
cuello, estaba compuesta por un cartón de tela almidonada, sostenida por un
alambre, semejante a un plato, y sobre ella se colocaba la Valona, de origen
flamenco, generalmente de encaje, que
sin la golilla caía sobre los hombros. En España, su uso no fue muy aceptado al
principio, pero Felipe IV, obliga por real pragmática, a usarla, pero colocada
sobre la golilla. No obstante, estudiantes y letrados la llevaban de una manera
sencilla, sin golilla y sin encajes. El vulgo los llamará “los golillas”, como antes
llamarían “lechuguillas”, a los que llevaban esta prenda, en forma de lechuga o
escarola, cuello que iba colocado en los escotes de camisas y gorgueras, aunque
acabaría siendo también independiente, como la gorguera, gracias al uso del
almidón y a los alambres forrados. Sin
embargo, de una forma u otra, el encaje estaría presente en todos estos
complementos o accesorios.
En el transcurso del siglo
XVII-XVIII, siglos llamados la edad de oro del encaje, este, no solo logró
prevalecer a pesar de los cambios de la moda, salvo alguna exclusión de la
indumentaria masculina en tiempos de la Revolución, si no que las golas
adquirirían grandes dimensiones y por ende la valona, normalmente todo rematado
por puntillas. Y como el cuello de lechuguilla, la gola se sustituiría por
cuellos de encaje muy anchos, tanto en hombres como en mujeres. Pero la moda
del encaje, no solo se limitó a los cuellos o la ropa interior, si no también a
aplicaciones de puños, cofias, vestidos de niños, delantales, mantelerías y
juegos de cama, así como escarapelas de encaje en los zapatos de los caballeros
y ornadas con puntilla las ligas que llevaban alrededor de las rodillas. En
España, la moda será más austera, menos llamativa que en otros países, buscando
lo práctico y con calidad en los tejidos. Con tendencia a estilizar la figura,
ya que se quitaba “lastre” a la moda de ensanchar los hombros, lo cual
redundaba en la elegancia junto a los tonos oscuros, principalmente el negro,
en el elemento masculino, y oscuros, pero de color, en el elemento femenino. El
resultado de todo ello, el estilo español será muy apreciado y tenido en
cuenta.
Epílogo
Como hemos visto, de manera muy
sucinta, el encaje fue muy importante en todos los órdenes, hasta el punto de
sopesar en las economías de los países. El encaje, terminaría prácticamente
como verdaderamente empezó, al uso y adorno de las prendas más íntimas, pero
como dice también Boehn, al final de su historia sobre el encaje “la moda es caprichosa y tal vez vuelva a
acordarse de ellos”. Porque la moda
siempre vuelve, aunque adaptada a los nuevos tiempos.
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