El abanico
La existencia del abanico, en un avance de su historia, se remonta a
tiempos inmemoriales, desde civilizaciones primitivas a más civilizadas,
excepto, parece ser, en la Edad Media, donde hubo un lapsus, pero sin embargo
pasaría a formar parte de la liturgia cristiana, aunque más tarde, en el siglo
XIV, caería en desuso, limitándose su empleo a
las misas solemnes y procesiones papales, pero no era todavía el abanico
que hoy todo el mundo conoce, si no el flabellum, compuesto de plumas de pavo
real, hasta su desaparición después del Concilio Vaticano II, conservándose su
uso en la iglesia griega y Armenia, pero tampoco este era el mismo de origen,
si no que ahora se llamaba rhipidion, desarrollándose este a partir del
flabelo, compuesto de un disco y empuñadura larga, que podía ser de oro con
incrustaciones de piedras preciosas y que el diácono o ayudante de la ceremonia
lo usaba para ahuyentar a los molestos insectos del altar, pudiendo ser hasta
sonoros en algunas formas de su uso en las ceremonias, como en la India,
pasando más tarde a ser de adorno en los altares y en las procesiones.
Procesión del Corpus, en Roma el Papa Flabelli. Litografía 1830. C. Commons |
Santa misa en India. Véase el uso del rhipidion, dcha e izda de la imágen. S. Cheakkannal. C. Commons. |
los labios ¡bésame! ¡no me digan que no era delicioso! La creación del lenguaje del abanico llega obligado por las circunstancias. En el siglo XIX, como antes, no era fácil para las damas de la alta sociedad europea, comunicarse con el elemento masculino, siempre acompañadas de sus madres o de la “carabina” de turno, velando siempre por el honor de las doncellas, sobre todo en las recepciones a las que acudían, si bien el lenguaje se extendería a las no doncellas, amantes y casadas. Antes de fijarse este “lenguaje” definitivo, había aparecido otro en París, según cita Boehn, aunque no duraría mucho, llamado telegráfico, donde con la ayuda de un índice telegráfico en su cara interior, expresaba por medio de letras el sentir de sendos interlocutores. No obstante, el lenguaje definitivo del abanico, como ya hemos dicho, sería el deliciosamente gestual del mismo y al que ya hemos puesto un pequeño ejemplo. Es de suponer que, con el invento del teléfono, en 1854, decayese tan delicioso lenguaje, así como la epistolar, hasta desaparecer hoy día con los cambios de libertad y nuevas formas de comunicación.
Flabelos del antiguo Egipto (centro imágen) 1868. N, York Public Library |
Abanico de guerra japonés, Gunsen (samurai) 1800-1850. Hecho de hierro, bambú y laca. Museo de Arte asiático. S. Francisco. California. Autor: Broken Sphere. Wikimedia Commons. |
Distintas representaciones artísticas, como bajorrelieves, frescos, piezas halladas en tumbas y citas literarias de diversos autores clásicos de los distintos pueblos de la antigüedad, dan fe de la existencia de aventadores y flabelos. Numerosas culturas, como babilonios, egipcios, persas, así como griegos y romanos, conocían ya tales artilugios. Considerando algunos autores, que los hallazgos más tempranos de este adminículo, se remonta al siglo VIII A. C. en China, abanico no plegable, o sea, fijo, y en el siglo IX, después de C. en Japón el abanico ya plegable y que pasando por China, llegaría hasta Europa vía comercial. En China, el abanico era usado por ambos sexos. Era muy usado personalmente, yendo más allá de refrescar el aire, era un elemento decorativo, además de elegante, fabricado artesanalmente con ricos materiales, como la seda y pintados con suma delicadeza y exquisitez.
Abanico de hierro, japonés, llamado Tessen. Castillo Iwakumi. Japón. Wikimedia Commons. |
Los abanicos egipcios se llamaban flabelos,
eran grandes, fijos a un mango largo y de forma circular. En sus principios,
estaban hechos de hojas secas y plumas. Portados por esclavos o cortesanos, su
uso era obvio, dar aire y espantar a los insectos, al tiempo que era un
atributo real, como en otras culturas.
La representación más antigua que se
conoce en Egipto, es la cabeza de una maza ceremonial que perteneció a Horus
Escorpión II, donde puede verse claramente a dos esclavos portando abanicos.
También se hallarían flabelos en bajorrelieves y ajuares funerarios, como en la
tumba de Tutankamón.
Cabeza de maza de Horus Escorpión II. Autor: Jon Bodsworth. W. Commons |
Los griegos tenían varias clases de abanicos,
el miosoba o espantamoscas, el rhipis, para avivar el fuego, y el psigma, para
su uso más conocido, refrescar el aire, mediante el movimiento. El flabelo
griego llegaría de Egipto. Eurípides, en
su tragedia “Helena” hace referencia a un eunuco que abanica a la mujer de
Menelao mientras duerme. Otros autores griegos también los citarían.
Los romanos, los denominarían flabelos, estos
pasaron a Roma por la civilización etrusca y estos por la griega. Las matronas
romanas eran abanicadas por sus esclavas, lo cual las llevaban consigo allí
donde fuesen. No menos lo usarían los romanos en sus convites, haciendo que
esclavas, jóvenes sirvientes o eunucos, los usasen para aliviar el calor o
espantar los insectos a los comensales. Estos últimos, de menor tamaño,
semejantes a los miosobas griegos, los llamaban muscaria.
"Griega con abanico" de una Hydria de Kertsch.
Ermitage. Leningrado. Salvat Editores. Boehn.
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Retomando la Edad Media, ya nombrada al
principio, decíamos que en el siglo XIV el abanico caía en desuso en la
Iglesia, salvo en grandes ceremonias, sin embargo, las primeras referencias del
abanico en España, entre otras, suceden en dicho siglo, en la Crónica de Pedro
IV de Aragón, el Ceremonioso, donde se cita “el que lleva abanico” en el que se
menciona como labor de nobles que acompañan al rey. También hay referencias de
abanicos, entre otros, el que se hizo del expoliado patrimonio, caída en
desgracia, de Doña Juana I de Castilla (1479-1555) me niego a llamarla “la
loca”. Murió en 1555, pero ya estaba “muerta” hacía casi cinco décadas, como
bien dice, Miguel Ángel Zalama, en su libro “Vida cotidiana y arte en el
palacio de la reina Juana en Tordesillas”, cuando la encerraron de por vida en
Tordesillas, para impedir su sucesión efectiva a la muerte de su esposo, Felipe
El Hermoso. Es cierto, que mentalmente no estaba bien Doña Juana, pero no
estaba loca, en el sentido que se considera la locura. A todas luces, tendría
alguna enfermedad, se dice que esquizofrenia, que en esa época no se la
pudieron tratar y que los acontecimientos a que estuvo sometida, algunos
infrahumanos, empeorarían su estado mental.
Prosiguiendo con el abanico en España y por
añadidura en Europa, las primeras referencias contradicen que se introdujeran
los primeros abanicos en Europa por los portugueses en el siglo xv, cuando,
como hemos dicho atrás, hay referencias en el siglo XIV, final de la Edad
Media, si bien es cierto que los lusos abrieran abrieron rutas comerciales
con China y Japón. Pero en España, no solo la vía de entrada fue por Portugal,
que sería lo más razonable por su proximidad, si no que fueron también por
otras vías, como la árabe o con la conquista de América. No obstante, ya se
conocían referencias, o documentación, en las Cortes europeas en el siglo XII.
Sin embargo, en la alta Edad Media, la reina Teodolinda, reina de los lombardos, ya usaba una especie de flabelo plegable, expuesto, junto a otros tesoros que donó a la Iglesia, en la catedral de Monza.El abanico, aventador, flabelo, como quiera se llamase en sus formas, también era conocido en las Indias Occidentales, cuando hemos hecho referencia a la conquista de América. Incas y aztecas los conocían. Colón, a su regreso de su primer viaje a América, traería, entre los presentes entregados a Isabel la Católica, un abanico de plumas, y Moctezuma regaló a Hernán Cortés abanicos de magníficas plumas y empuñadura de oro.
Imágenes:
( arriba, izda) Abanico de plumas de avestruz. Galeria Schleissehim. / Arriba,
dcha. Tiziano. Abanico de bandera. / Abajo, izda. Anónimo. Abanico redondo
de plumas de avestruz. Colección duque de Devonshire. / Abajo,dcha. Rubens, grabado de J. Müller. Abanico de varillas
abierto. / Fuente: Salvat Editores.
Obra de Boehn. 1944.
Imágenes: Arriba, izda. Painbus. Abanico con varillaje. / Arriba,
dcha. S. Saveri, abanico de varillas. / Abajo, izda. Van Dick, abanico de plumas en cascada. Galeria
Liechtenstein. / Abajo, dcha. Caricatura alemana, 1629. Copia de un grabado. Abanico discoideo de plumas de avestruz. /
Fuente: Salvat Editores. Obra de Boehn. 1944.
Imágenes: Arriba, izda. Moreau el joven, 1777. Abanico de
varillas. / Arriba, dcha. Roslin, 1782. Abanico, pericón./ Abajo. Tiépolo. Fresco de la Villa Valmorana,1737. Abanicos.
Fuente: Salvat Editores. Obra de Bohen, 1944.
Lo que si está claro, es que el abanico plegable, como el que se conoce hoy,
aparece en Europa en el siglo XVI o XVII, a través de Portugal, aunque hay
autores que dicen que primero fueron los jesuitas, cosa que no sería de
extrañar, por la expansión de estos a lugares remotos. Personajes influyentes,
además de los monarcas, en las Cortes europeas, como, por ejemplo, Catalina de
Médicis, en Italia o Enrique III, en Francia, serán de suma importancia en su
difusión y moda en occidente. En la obra satírica “La isla de los hermafroditas”,
donde se describe la corte del afeminado Enrique III, refiriéndose al atuendo
de uno de sus mignons, dice: “Llevaba en su diestra un instrumento que
se plegaba y desplegaba, obedeciendo tan solo a la presión de un dedo; se le
llama abanico. Era de pergamino recortado con extraordinario cuidado y
delicadeza, rodeado de un encaje del mismo material. Lo suficientemente grande
para ser usado como sombrilla para evitar la radiación solar, proporcionaba al
abanicarse agradable fresco al delicado cutis”. Los abanicos de este rey eran
de seda, adornados con encajes de oro y plata. ( Fuente: Accesorios de la moda,
de Max von Boehn).
Sin embargo, en la alta Edad Media, la reina Teodolinda, reina de los lombardos, ya usaba una especie de flabelo plegable, expuesto, junto a otros tesoros que donó a la Iglesia, en la catedral de Monza.El abanico, aventador, flabelo, como quiera se llamase en sus formas, también era conocido en las Indias Occidentales, cuando hemos hecho referencia a la conquista de América. Incas y aztecas los conocían. Colón, a su regreso de su primer viaje a América, traería, entre los presentes entregados a Isabel la Católica, un abanico de plumas, y Moctezuma regaló a Hernán Cortés abanicos de magníficas plumas y empuñadura de oro.
Con el tiempo, España pasaría de importador a
gran exportador de abanicos, apreciados por su gran calidad, rivalizando con
franceses e italianos, productores punteros. En el siglo XVIII, bajo la
protección del conde de Floridablanca, se instaló en dicho país el abaniquero
francés Eugenio Prost y en el mismo siglo se crea el gremio de abaniqueros y se
funda la Real Casa de Abanicos de Valencia. Ya el siglo XIX, el marqués de
Colomina tuvo mucho que ver en esta difusión del abanico español, contratando
afamados pintores, como Benlliure o Plá. Antes, otros pintores lo añadirian a sus obras, como Velázquez y su dama del abanico.
Generalmente, el abanico, considerado
como un arte menor, los artistas no los firmaban, hasta que dejó de serlo y
adquirir una importancia inusitada, promovido por la realeza. El abanico fue
utilizado, en un principio, por ambos sexos, aunque el tamaño del de los
hombres era más pequeño, de bolsillo, pero ya en el siglo XX, pasará a ser de
uso exclusivo de las damas. Se consideraba al hombre muy torpe para usarlo. Y
hablando de tamaños, existía el abanico de pericón, de grandes dimensiones,
utilizado en el baile y la danza, especialmente en el flamenco. Confeccionado
con diversas técnicas, entre ellas, la del encaje de bolillos. Una referencia
de ello, lo describe García Lorca en su obra “Don Cristóbal y la señá Rosita”,
1937. Volviendo al siglo XIX, España fue siempre más austera en el vestir y
tardaría en llegar el colorido, como había llegado ya a otro países de Europa.
En esa época, la forma de vestir determinaba la posición social. Las señoras de
clase alta vestían con encajes y blondas, mientras las de clase más baja, de
paño, salvo que se apañaran para mejorarlo. Entre esas dos clases, estaba la
intermedia, la burguesía, tratando de imitar a la clase preferente. Sin
embargo, estas diferencias se igualaban en el uso del abanico, usado por las
señoras de toda condición social, llegando a ser imprescindible en todos los
ámbitos. Viajeros, como Henry David Inglis,
llegó a decir en una de sus crónicas de viajes “la mujer española es
capaz de salir a la calle descalza, antes que sin el abanico”.
"La Dama del Abanico" Velázquez. Wallace Collection. |
"Salida de misa en Rocafort" José Benlliure Ortiz. Museo de Bella Artes de Valencia. |
Si habría que escoger en España una comunidad
donde el abanico fuese más popular, en el sentido de su uso, ya que en su
fabricación Valencia es puntera, esta sería sin duda Andalucía. El calor tiene
mucho que ver en ello, pero no menos el folclore andaluz y el flamenco. Me
atrevo a decir, como un piropo a la mujer andaluza y al abanico que, si todas
la mujeres de Sevilla movieran sus abanicos al mismo tiempo, con la gracia y
salero que lo hacen, refrescarían la ciudad sevillana.
"A los toros" Cecilio Plá. Colección Lozano Casanova. |
Abanico, pericón. Museu Arenys de Mar. Catalonia. |
En un uso tan extendido como el del abanico,
no faltaron exposiciones. Siendo la primera en importancia, la que celebró el
South-Kensington-Museum de Londres, 1870, bajo el patrocinio de la reina y de
la alta nobleza de Inglaterra. En la actualidad se celebran muchas exposiciones en
España, algunas retrospectivas como las del Palacio Real de Madrid, como la que se hizo en el Museo Lázaro
Galdiano, exponiendo 24 abanicos del siglo XVIII, la Edad de Oro del abanico, o
la exposición de abanicos que se expone en el Museo Nacional de Cerámica y
Artes Suntuarias González Martí, en Valencia, sin olvidar la exposición permanente Museo del Abanico\ Museu del Palmito de Aldaia, creado por la Asociación de Abaniqueros Artesanos de Aldaia, también en Valencia.
Y otras exposiciones itinerantes, como la de la asociación de pintores artesanos abaniqueros "Abanicate con la vida" que expuso una magnífica colección en el, ya citado, Museo del Abanico, de Aldaia.
Casa de la Llotgeta. Aldaia. Museu del Palmito. Fuente imágen: Gentileza de la Asociación de Artesanos Abaniqueros de Aldaia y "Abanicate con la vida". |
Museu del Palmito. Aldaia. Exposición permanente de la Asociación de Abaniqueros Artesanos de Aldaia. Fuente imágen: de "Abanicate con la vida". |
Abanicos Andrés Pascual: Una historia de amor entre abanicos
Agradecimientos:
Erase una vez...una linda y hacendosa moza
que se llamaba Carmen y un apuesto y trabajador mozo que se llamaba Salvador.
Ambos trabajaban en una fábrica de abanicos. Ella era teladora, él varillajero.
Fue amor a primera vista, desde el primer encuentro; primero las miradas, la de
ella recatada, la de él incontrolable, como la de todo hombre enamorado, y en
medio, como no podía faltar, el lenguaje del abanico. El amor de Carmen Blasco
y Salvador Andrés se desarrolla entre siseos de sierra, de tela y de seda,
entre aromáticas maderas, aprestos y pinturas y al final la primorosa obra
acabada del abanico, como el amor que les unía y les llevaría a la vicaría. Una
vez casados, con el oficio aprendido y el amor consolidado, decidieron caminar
juntos en la mágica aventura de la confección de abanicos, naciendo la fábrica
Abanicos Andrés. Corría el año 1880. Fruto de ese amor entre abanicos, nacieron
cuatro hijos. Pero el destino, quizás envidioso de tanta dicha, se llevó a
Salvador, dejando desolada a la familia. Carmen no se arredró por ello, aunque
más de una lágrima derramó al cerrar el taller de abanicos cada día para volver
a la casa, vacía sin su marido, aunque recibía a sus hijos con la sonrisa en
los labios. No, Carmen, mujer fuerte, no se acobardó a lo que se le venía
encima y además en una época que no era fácil para la mujer, sometida
culturalmente al hombre. Continuó con la tarea que comenzó con su marido,
sacando adelante a sus cuatro hijos. Esta historia fue el primer eslabón de la
saga, para que después continuaran con la tradición abaniquera dos de los hijos
de Carmen y luego los descendientes de aquellos, culminando con la actual
fábrica de abanicos Andrés Pascual, fundada hacia el año 1960, regentada en la
actualidad por Macarena Andrés, biznieta de Carmen y Salvador, hija del
fundador, C. Andrés Pascual, llegando a ser este maestro mayor del gremio de
abaniqueros. Ya son casi la quinta generación, como dice Macarena Andrés “…ojalá que en un futuro, mis hijos puedan
seguir en esta tarea tan bonita y tan nuestra, como es la fabricación y el
mundo del abanico, pasando así a ser la quinta generación de artesanos abaniqueros
de la familia Andrés”. Y quien sabe, si se repite otra vez otra historia de
amor entre abanicos, como la de Salvador
y Carmen.
En abanicos Andrés Pascual, se pueden encontrar sencillos abanicos, pero deliciosos
como el de abajo de la imágen, hasta delicados y suntuosos, de nácar o madreperla, arriba.
|
A: Wikipedia.\ C. Commons.\ Salvat Editores, Historia de los
Accesorios en la Moda, de Max von Boehn, 1944. A Silvia, propietaria de dicha
obra.\ Abanicos Andrés Pascual.\ Abanicate con la Vida, asociación de pintores artesanos
abaniqueros y a la Asociación de Abaniqueros Artesanos de Aldaia.
Enlaces: info@abanicosandrespascual.com
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