"Si quieres ser feliz solo un día, emborráchate; si quieres ser feliz un mes, cásate; si quieres ser feliz un año, mata a tu cerdo; si quieres ser feliz toda la vida, hazte jardinero". Proverbio chino.

lunes, 23 de febrero de 2015

2ª parte de Historia de la Moda. Breve paseo sobre los accesorios. El abanico. Abanicos Andrés Pascual: una historia de amor.

El abanico


La existencia del abanico, en un avance de su historia, se remonta a tiempos inmemoriales, desde civilizaciones primitivas a más civilizadas, excepto, parece ser, en la Edad Media, donde hubo un lapsus, pero sin embargo pasaría a formar parte de la liturgia cristiana, aunque más tarde, en el siglo XIV, caería en desuso, limitándose su empleo a  las misas solemnes y procesiones papales, pero no era todavía el abanico que hoy todo el mundo conoce, si no el flabellum, compuesto de plumas de pavo real, hasta su desaparición después del Concilio Vaticano II, conservándose su uso en la iglesia griega y Armenia, pero tampoco este era el mismo de origen, si no que ahora se llamaba rhipidion, desarrollándose este a partir del flabelo, compuesto de un disco y empuñadura larga, que podía ser de oro con incrustaciones de piedras preciosas y que el diácono o ayudante de la ceremonia lo usaba para ahuyentar a los molestos insectos del altar, pudiendo ser hasta sonoros en algunas formas de su uso en las ceremonias, como en la India, pasando más tarde a ser de adorno en los altares y en las procesiones.
Procesión del Corpus, en Roma el Papa Flabelli. Litografía 1830. C. Commons
                                                                      El abanico, en sus diversas formas y nombres, fue utilizado para diversos fines, como dar aire, su fin primordial, boato en las ceremonias, espantar molestos insectos, proteger de los rayos solares, avivar el fuego, y no olvidemos, como arma de seducción femenina, donde llegó a crearse un verdadero lenguaje sin necesidad de mediar palabra alguna. Hoy día, puede parecer una cursilería, pero no me digan, cuando una dama llevaba su abanico a su frente levantando el cabello, diciendo a su adorado que piensa en él y que no lo olvida, o apoyar el abanico en
Santa misa en India. Véase el uso del rhipidion, dcha e izda de la imágen. S. Cheakkannal. C. Commons.

los labios ¡bésame! ¡no me digan que no era delicioso! La creación del lenguaje del abanico llega obligado por las circunstancias. En el siglo XIX, como antes, no era fácil para las damas de la alta sociedad europea,  comunicarse con el elemento masculino, siempre acompañadas de sus madres o de la “carabina” de turno, velando siempre por el honor de las doncellas, sobre todo en las recepciones a las que acudían, si bien el lenguaje se extendería a las no doncellas, amantes y casadas. Antes de fijarse este “lenguaje” definitivo, había aparecido otro en París, según cita Boehn, aunque no duraría mucho, llamado telegráfico, donde con la ayuda de un índice telegráfico en su cara interior, expresaba por medio de letras el sentir de sendos interlocutores. No obstante, el lenguaje definitivo del abanico, como ya hemos dicho, sería el deliciosamente gestual del mismo y al que ya hemos puesto un pequeño ejemplo. Es de suponer que, con el invento del teléfono, en 1854, decayese tan delicioso lenguaje, así como la epistolar, hasta desaparecer hoy día con los cambios de libertad y nuevas formas de comunicación.
Flabelos del antiguo Egipto (centro imágen) 1868. N, York Public Library
El abanico tuvo tiempo más que suficiente para su desarrollo, siglos de cambios y de modas, hasta que apareció el primer ventilador, a motor o eléctrico. No obstante, a pesar de los adelantos tecnológicos, hasta llegar al aire acondicionado, nunca desaparecería ni desaparecerá del todo. Seguramente, la necesidad hizo que se inventara el abanico, casi sin pretenderlo, primero utilizando grandes hojas, vegetales, como la Naturaleza las ofrecía, como podían ser las hojas de palmera, y luego pasando a distintos materiales: de plumas diversas, sobre todo, al principio, de pavo real y más tarde de avestruz que eran más recogidas, al ser rizadas, papel, pergamino, paja, seda, cuero, de tul o ricos encajes, etc. En cuanto a la sustentación del pais o paisaje, así se llama a la tela, u otro material,  que va adherida a la baraja o varillaje, si lo lleva, ya que hay abanicos que prescinden del pais y lo conforma solo un varillaje unido por un soporte plegable, estos, así como la empuñadura de los primeros abanicos, pueden estar hechos de ricos materiales, oro y plata e incrustaciones de piedras preciosas, nácar, carey, marfil, de ricas maderas, etc. Aunque el verdadero abanico plegable, en forma de rueda o semicircular, como objeto manejable que conocemos hoy, no llegaría hasta el siglo XVI, sin mango y pudiendo ir el varillaje calado o pintado, siendo su origen oriental, procedente de Japón.  En cuanto a su forma posterior, era conocido en forma de rueda, como ya hemos hecho referencia, el aventador que consistía en una lámina rígida que sostenía un mango en su centro, y la bandera, que se acoplaba el mango a un extremo de la lámina, como dicho artilugio que lleva su nombre.

Abanico de guerra japonés, Gunsen (samurai) 1800-1850. Hecho de hierro, bambú y laca. Museo de Arte asiático. S. Francisco. California. Autor: Broken Sphere. Wikimedia Commons.

Distintas representaciones artísticas, como bajorrelieves, frescos, piezas halladas en tumbas y citas literarias de diversos autores clásicos de los distintos pueblos de la antigüedad, dan fe de la existencia de aventadores y flabelos. Numerosas culturas, como babilonios, egipcios,  persas, así como griegos y romanos, conocían ya tales artilugios. Considerando algunos autores, que los hallazgos más tempranos de este adminículo, se remonta al siglo VIII A. C. en China, abanico no plegable, o sea, fijo, y en el siglo IX, después de C. en Japón el abanico ya plegable y que pasando por China, llegaría hasta Europa vía comercial. En China, el abanico era usado por ambos sexos. Era muy usado personalmente, yendo más allá de refrescar el aire, era un elemento decorativo, además de elegante, fabricado artesanalmente con ricos materiales, como la seda y pintados con suma delicadeza y exquisitez.
Abanico de hierro, japonés, llamado Tessen. Castillo Iwakumi. Japón. Wikimedia Commons.
En Japón, donde se piensa que nació, aunque parece ser que en China ya existía, llegaron a usarlo los guerreros en sus ejercicios y a modo de arma y de saludo. Estos eran de varios tipos, con distintos nombres y estaban hechos de diversos materiales, como madera, latón o hierro, etc, según sus diferentes usos.
Los abanicos egipcios se llamaban flabelos, eran grandes, fijos a un mango largo y de forma circular. En sus principios, estaban hechos de hojas secas y plumas. Portados por esclavos o cortesanos, su uso era obvio, dar aire y espantar a los insectos, al tiempo que era un atributo real, como en otras culturas.
Cabeza de maza de Horus Escorpión II. Autor: Jon Bodsworth. W. Commons
La representación más antigua que se conoce en Egipto, es la cabeza de una maza ceremonial que perteneció a Horus Escorpión II, donde puede verse claramente a dos esclavos portando abanicos. También se hallarían flabelos en bajorrelieves y ajuares funerarios, como en la tumba de Tutankamón.
Los griegos tenían varias clases de abanicos, el miosoba o espantamoscas, el rhipis, para avivar el fuego, y el psigma, para su uso más conocido, refrescar el aire, mediante el movimiento. El flabelo griego  llegaría de Egipto. Eurípides, en su tragedia “Helena” hace referencia a un eunuco que abanica a la mujer de Menelao mientras duerme. Otros autores griegos también los citarían.
Los romanos, los denominarían flabelos, estos pasaron a Roma por la civilización etrusca y estos por la griega. Las matronas romanas eran abanicadas por sus esclavas, lo cual las llevaban consigo allí donde fuesen. No menos lo usarían los romanos en sus convites, haciendo que esclavas, jóvenes sirvientes o eunucos, los usasen para aliviar el calor o espantar los insectos a los comensales. Estos últimos, de menor tamaño, semejantes a los miosobas griegos, los llamaban muscaria.
"Griega con abanico" de una Hydria de Kertsch.
Ermitage. Leningrado. Salvat Editores. Boehn.


Retomando la Edad Media, ya nombrada al principio, decíamos que en el siglo XIV el abanico caía en desuso en la Iglesia, salvo en grandes ceremonias, sin embargo, las primeras referencias del abanico en España, entre otras, suceden en dicho siglo, en la Crónica de Pedro IV de Aragón, el Ceremonioso, donde se cita “el que lleva abanico” en el que se menciona como labor de nobles que acompañan al rey. También hay referencias de abanicos, entre otros, el que se hizo del expoliado patrimonio, caída en desgracia, de Doña Juana I de Castilla (1479-1555) me niego a llamarla “la loca”. Murió en 1555, pero ya estaba “muerta” hacía casi cinco décadas, como bien dice, Miguel Ángel Zalama, en su libro “Vida cotidiana y arte en el palacio de la reina Juana en Tordesillas”, cuando la encerraron de por vida en Tordesillas, para impedir su sucesión efectiva a la muerte de su esposo, Felipe El Hermoso. Es cierto, que mentalmente no estaba bien Doña Juana, pero no estaba loca, en el sentido que se considera la locura. A todas luces, tendría alguna enfermedad, se dice que esquizofrenia, que en esa época no se la pudieron tratar y que los acontecimientos a que estuvo sometida, algunos infrahumanos, empeorarían su estado mental.
Prosiguiendo con el abanico en España y por añadidura en Europa, las primeras referencias contradicen que se introdujeran los primeros abanicos en Europa por los portugueses en el siglo xv, cuando, como hemos dicho atrás, hay referencias en el siglo XIV, final de la Edad Media, si bien es cierto que los lusos abrieran abrieron rutas comerciales con China y Japón. Pero en España, no solo la vía de entrada fue por Portugal, que sería lo más razonable por su proximidad, si no que fueron también por otras vías, como la árabe o con la conquista de América. No obstante, ya se conocían referencias, o documentación, en las Cortes europeas en el siglo XII.
Imágenes: ( arriba, izda) Abanico de plumas de avestruz. Galeria Schleissehim. / Arriba, dcha. Tiziano. Abanico de bandera. / Abajo, izda. Anónimo. Abanico redondo de plumas de avestruz. Colección duque de Devonshire. / Abajo,dcha. Rubens, grabado de J. Müller. Abanico de varillas abierto. / Fuente: Salvat Editores. 
Obra de Boehn. 1944.
Imágenes: Arriba, izda. Painbus. Abanico con varillaje. / Arriba, dcha. S. Saveri, abanico de varillas. / Abajo, izda. Van Dick, abanico de plumas en cascada. Galeria Liechtenstein. / Abajo, dcha. Caricatura alemana, 1629. Copia de un grabado. Abanico discoideo de plumas de avestruz. / Fuente: Salvat Editores. Obra de Boehn. 1944.

Imágenes: Arriba, izda. Moreau el joven, 1777. Abanico de varillas. / Arriba, dcha. Roslin, 1782. Abanico, pericón./ Abajo. Tiépolo. Fresco de la Villa Valmorana,1737. Abanicos. Fuente: Salvat Editores. Obra de Bohen, 1944.

Lo que si está claro, es que el abanico plegable, como el que se conoce hoy, aparece en Europa en el siglo XVI o XVII, a través de Portugal, aunque hay autores que dicen que primero fueron los jesuitas, cosa que no sería de extrañar, por la expansión de estos a lugares remotos. Personajes influyentes, además de los monarcas, en las Cortes europeas, como, por ejemplo, Catalina de Médicis, en Italia o Enrique III, en Francia, serán de suma importancia en su difusión y moda en occidente. En la obra satírica “La isla de los hermafroditas”, donde se describe la corte del afeminado Enrique III, refiriéndose al atuendo de uno de sus mignons, dice: “Llevaba en su diestra un instrumento que se plegaba y desplegaba, obedeciendo tan solo a la presión de un dedo; se le llama abanico. Era de pergamino recortado con extraordinario cuidado y delicadeza, rodeado de un encaje del mismo material. Lo suficientemente grande para ser usado como sombrilla para evitar la radiación solar, proporcionaba al abanicarse agradable fresco al delicado cutis”. Los abanicos de este rey eran de seda, adornados con encajes de oro y plata. ( Fuente: Accesorios de la moda, de Max von Boehn).

 Sin embargo, en la alta Edad Media, la reina Teodolinda, reina de los lombardos, ya usaba una especie de flabelo plegable, expuesto, junto a otros tesoros que donó a la Iglesia, en la catedral de Monza.El abanico, aventador, flabelo, como quiera se llamase en sus formas, también era conocido en las Indias Occidentales, cuando hemos hecho referencia a la conquista de América. Incas y aztecas los conocían. Colón, a  su regreso de su primer viaje a América, traería, entre los presentes entregados a Isabel la Católica, un abanico de plumas, y  Moctezuma regaló a Hernán Cortés abanicos de magníficas plumas y empuñadura de oro.
Con el tiempo, España pasaría de importador a gran exportador de abanicos, apreciados por su gran calidad, rivalizando con franceses e italianos, productores punteros. En el siglo XVIII, bajo la protección del conde de Floridablanca, se instaló en dicho país el abaniquero francés Eugenio Prost y en el mismo siglo se crea el gremio de abaniqueros y se funda la Real Casa de Abanicos de Valencia. Ya el siglo XIX, el marqués de Colomina tuvo mucho que ver en esta difusión del abanico español, contratando afamados pintores, como Benlliure o Plá. Antes, otros pintores lo añadirian a sus obras, como Velázquez y su dama del abanico. 
"La Dama del Abanico" Velázquez. Wallace Collection.
Generalmente, el abanico, considerado como un arte menor, los artistas no los firmaban, hasta que dejó de serlo y adquirir una importancia inusitada, promovido por la realeza. El abanico fue utilizado, en un principio, por ambos sexos, aunque el tamaño del de los hombres era más pequeño, de bolsillo, pero ya en el siglo XX, pasará a ser de uso exclusivo de las damas. Se consideraba al hombre muy torpe para usarlo. Y hablando de tamaños, existía el abanico de pericón, de grandes dimensiones, utilizado en el baile y la danza, especialmente en el flamenco. Confeccionado con diversas técnicas, entre ellas, la del encaje de bolillos. Una referencia de ello, lo describe García Lorca en su obra “Don Cristóbal y la señá Rosita”, 1937. Volviendo al siglo XIX, España fue siempre más austera en el vestir y tardaría en llegar el colorido, como había llegado ya a otro países de Europa. En esa época, la forma de vestir determinaba la posición social. Las señoras de clase alta vestían con encajes y blondas, mientras las de clase más baja, de paño, salvo que se apañaran para mejorarlo. Entre esas dos clases, estaba la intermedia, la burguesía, tratando de imitar a la clase preferente. Sin embargo, estas diferencias se igualaban en el uso del abanico, usado por las señoras de toda condición social, llegando a ser imprescindible en todos los ámbitos. Viajeros, como Henry David Inglis,  llegó a decir en una de sus crónicas de viajes “la mujer española es capaz de salir a la calle descalza, antes que sin el abanico”.
"Salida de misa en Rocafort" José Benlliure Ortiz. Museo de Bella Artes de Valencia.
En Europa, estuvo muy valorado el abanico español. La cita que hace al respecto Max von Boehn, en su magnífica obra, Accesorios de la moda, es muy ilustrativa. “Los abanicos de cuero españoles eran muy apreciados por estar intensamente perfumados, y en aquel tiempo en que el aseo personal no era tenido en mucha consideración, el fuerte y exquisito perfume disimulaba los olores de distinta naturaleza que se esparcían por doquier. De Ana de Austria, madre de Luis XIV y nacida infanta española, decía una vez la princesa de Montpensier. A pesar de que la reina madre tiene siempre entre sus manos un abanico de piel de España, se percibe el olor de sus llagas”.
Si habría que escoger en España una comunidad donde el abanico fuese más popular, en el sentido de su uso, ya que en su fabricación Valencia es puntera, esta sería sin duda Andalucía. El calor tiene mucho que ver en ello, pero no menos el folclore andaluz y el flamenco. Me atrevo a decir, como un piropo a la mujer andaluza y al abanico que, si todas la mujeres de Sevilla movieran sus abanicos al mismo tiempo, con la gracia y salero que lo hacen, refrescarían la ciudad sevillana.
"A los toros" Cecilio Plá. Colección Lozano Casanova.
Enumerar las anécdotas, curiosidades o leyendas que ocurrieron alrededor del abanico, seguramente haría falta un buen tomo. He aquí algunas curiosidades, algunas entresacadas de la obra de Boehn: Cuenta una leyenda que el primer abanico lo arrancó de un árbol Adán para ofrecérselo a Eva. En el siglo XVIII, considerado la Edad de Oro del abanico, Joshep Addison, cofundador de la publicación The Spectator, decía: “una mujer sin abanico equivalía a un hombre sin espada”. “En Versalles, la etiqueta prohibía abrir los abanicos en presencia de la reina; a lo sumo se permitía que se desplegasen a manera de bandejas para entregar algo a la soberana. La baronesa de Oberkirch tuvo la desgracia que se le rompiese el abanico cuando quiso enseñarle de cerca el brazalete a Maria Antonieta, que era algo miope”. Se dice de Charlotte Corday, cuando perpetró su atentado contra Marat, que no dejó el abanico de la mano en el momento del hecho. Llegó a tal auge el uso del abanico que, en un momento dado, algún médico alertó de su peligrosidad para la salud, alegando, entre otros mil disparates “que nada hay más perjudicial para el cuerpo que refrescar una parte de él cuando está acalorado”. Lo mismo pasaría con el uso del corpiño. Pero, quizá, la anécdota más sonada, en la que interviene el abanico, seguramente fue la del incidente diplomático que hubo entre el gobernador otomano o dey de Argel, Hussein Dey, en 1827, y el cónsul francés Pierre Deval, al golpear el dey a este con su matamoscas, aprovechando Carlos X de Francia para pedir una demanda de disculpa, bloquear primero el puerto y tres años más tarde invadir Argel. Terminando, después de 313 años, con la ocupación otomana y comenzando la colonización francesa en Argelia.
Abanico, pericón. Museu Arenys de Mar. Catalonia.
La forma del abanico, fue más o menos invariable, aunque algunos llevaban agujeros para mirar a través de el o anteojos incorporados; otros, espejos, reloj en su empuñadura y una infinidad de variantes según la forma en que se abriera, como la forma de un violín de director de baile, o la aparición del abanico autógrafo, que cita Boehn, donde su poseedora coleccionaba firmas de personajes ilustres y que no duró mucho. En cuanto a los motivos pintados, no fueron siempre motivos vegetales, escenas bucólicas o mitológicas, si no también versaban sobre acontecimientos históricos y sucesos del momento.
En un uso tan extendido como el del abanico, no faltaron exposiciones. Siendo la primera en importancia, la que celebró el South-Kensington-Museum de Londres, 1870, bajo el patrocinio de la reina y de la alta nobleza de Inglaterra. En la actualidad se celebran muchas exposiciones en España, algunas retrospectivas como las del Palacio Real de Madrid, como la que se hizo en el Museo Lázaro Galdiano, exponiendo 24 abanicos del siglo XVIII, la Edad de Oro del abanico, o la exposición de abanicos que se expone en el Museo Nacional de Cerámica y Artes Suntuarias González Martí, en Valencia, sin olvidar la exposición permanente Museo del Abanico\ Museu del Palmito de Aldaia, creado por la Asociación de Abaniqueros Artesanos de Aldaia, también en Valencia.

Y otras exposiciones itinerantes, como la de la asociación de pintores artesanos abaniqueros "Abanicate con la vida" que expuso una magnífica colección en el, ya citado, Museo del Abanico, de Aldaia. 
Casa de la Llotgeta. Aldaia. Museu del Palmito. Fuente imágen: Gentileza de la Asociación de Artesanos Abaniqueros de Aldaia y "Abanicate con la vida".
Por su pasado histórico y su importancia con el abanico, tengo que insistir en la Comunidad valenciana, ya nombrada, concretamente el pueblo de Aldaia, donde medio pueblo vive para el abanico o del abanico, llamado allí palmito por los aldaieros. Aldaia fue de siempre un pueblo de artesanos, juguetes, pipas y sobre todo el abanico, eran algunas de sus manufacturas hasta que llegó la Revolución Industrial. La fabricación del abanico fue pasando de generación en generación, hasta nuestras días. Los aldaieros estan dispuestos a que su pueblo sea la cuna del abanico.
Museu del Palmito. Aldaia. Exposición permanente de la Asociación de Abaniqueros Artesanos de Aldaia. Fuente imágen: de "Abanicate con la vida".
Una de las últimas iniciativas, ha sido la creación del Museo del Abanico\ Museu del Palmito de Aldaia, por la Asociación de Abaniqueros Artesanos de Aldaia, en uno de los edificios más emblemáticos de la ciudad y restaurado para la causa del abanico, La casa de la Llotgeta, inaugurado en una de las fiestas que lleva su mismo nombre, Fiesta del Palmito. Pero no puedo pasar de largo, sin mencionar la fábrica de Abanicos Andrés Pascual, de Aldaia,  ya que han tenido la gentileza, con Macarena Andrés, al frente de la firma, además de propietaria, darme permiso para usar su muestrario de abanicos y su valioso saber, y así completar mi historia del abanico, y que mejor, sin subestimar a nadie, que la solera de esta familia de abaniqueros que, además tiene como fondo, una preciosa historia de amor y en medio de ella el abanico o palmito. Verán porqué:


Abanicos Andrés Pascual: Una historia de amor entre abanicos


Imágenes: En el centro, Carmen Blasco y su hijo Claudio Andrés, iniciadores de la saga de abaniqueros Andrés Pascual. \ En los extremos, bancos antiguos de trabajo y operario varllajero. Fuente, imágenes: Gentileza de Abanicos Andrés Pascual y de la Asociación de Abaniqueros Artesanos de Aldaia.


Erase una vez...una linda y hacendosa moza que se llamaba Carmen y un apuesto y trabajador mozo que se llamaba Salvador. Ambos trabajaban en una fábrica de abanicos. Ella era teladora, él varillajero. Fue amor a primera vista, desde el primer encuentro; primero las miradas, la de ella recatada, la de él incontrolable, como la de todo hombre enamorado, y en medio, como no podía faltar, el lenguaje del abanico. El amor de Carmen Blasco y Salvador Andrés se desarrolla entre siseos de sierra, de tela y de seda, entre aromáticas maderas, aprestos y pinturas y al final la primorosa obra acabada del abanico, como el amor que les unía y les llevaría a la vicaría. Una vez casados, con el oficio aprendido y el amor consolidado, decidieron caminar juntos en la mágica aventura de la confección de abanicos, naciendo la fábrica Abanicos Andrés. Corría el año 1880. Fruto de ese amor entre abanicos, nacieron cuatro hijos. Pero el destino, quizás envidioso de tanta dicha, se llevó a Salvador, dejando desolada a la familia. Carmen no se arredró por ello, aunque más de una lágrima derramó al cerrar el taller de abanicos cada día para volver a la casa, vacía sin su marido, aunque recibía a sus hijos con la sonrisa en los labios. No, Carmen, mujer fuerte, no se acobardó a lo que se le venía encima y además en una época que no era fácil para la mujer, sometida culturalmente al hombre. Continuó con la tarea que comenzó con su marido, sacando adelante a sus cuatro hijos. Esta historia fue el primer eslabón de la saga, para que después continuaran con la tradición abaniquera dos de los hijos de Carmen y luego los descendientes de aquellos, culminando con la actual fábrica de abanicos Andrés Pascual, fundada hacia el año 1960, regentada en la actualidad por Macarena Andrés, biznieta de Carmen y Salvador, hija del fundador, C. Andrés Pascual, llegando a ser este maestro mayor del gremio de abaniqueros. Ya son casi la quinta generación, como dice Macarena Andrés “…ojalá que en un futuro, mis hijos puedan seguir en esta tarea tan bonita y tan nuestra, como es la fabricación y el mundo del abanico, pasando así a ser la quinta generación de artesanos abaniqueros de la familia Andrés”. Y quien sabe, si se repite otra vez otra historia de amor entre abanicos, como la  de Salvador y Carmen.
En abanicos Andrés Pascual, se pueden encontrar sencillos abanicos, pero deliciosos
como el de abajo de la imágen, hasta delicados y suntuosos, de nácar o madreperla, arriba.

Agradecimientos:
A: Wikipedia.\ C. Commons.\ Salvat Editores, Historia de los Accesorios en la Moda, de Max von Boehn, 1944. A Silvia, propietaria de dicha obra.\ Abanicos Andrés Pascual.\ Abanicate con la Vida, asociación de pintores artesanos abaniqueros y a la Asociación de Abaniqueros Artesanos de Aldaia.


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